Levanto la cabeza,
Llamó a su Padre Eterno
Dio un suspiro amoroso
Y después… quedó muerto.
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Pasó la hora de nona
Y el ajusticiado cuerpo
De Dios ajusticiado
Yacía en el madero.
No hay señales de vida
Los ojos se durmieron,
La boca está cerrada,
No se le agita el pecho
Y el color de azucena
Tornóse cadavérico…
Los pies están helados
Helado todo el cuerpo
Y en los labios marchitos
No se nota el aliento
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Mas… no será una farsa
Lo que está aconteciendo?...
Diestro para probarlo
Sale, loco, corriendo,
Un soldado, y con furia
El costado derecho
Traspasa, con su lanza,
Que, penetra en el pecho
Abriendo el Corazón
Del Cristo Verdadero…
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¡Oh, Caridad Divina!
¡Oh, precioso momento!
Longinos, en la herida
Un manantial ha abierto.
Que brota sangre y agua
Hasta llegar al suelo.
Pero antes, ha caído
En sus ojos enfermos
Y.., en divina venganza
Sanaron al momento…
Las luces de la gracia
Obrando otro portento,
En Caridad por Cristo
Inflaman aquel pecho…
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Longinos, transformado,
Ya no encuentra sosiego;
Ya la Virgen bendita
Abraza y… llora luego,
Y perdón le suplica
Por la hazaña que ha hecho,
Jurando ser por siempre.
Un discípulo bueno
De aquel, que por amores,
En una cruz ha muerto.
Mª DE LA CINTA MIGUELEZ
Publicado en el Diario Vida Manchega - Año Catorce (1925)
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